Fue irónico. Casi gracioso.
Aquella tarde recibió una carta que para su asombro no era ni del banco ni una factura. Reconoció su nombre y su dirección escritas a mano con una bonita caligrafía. Entonces, empezó a emocionarse ante la posibilidad que alguna vieja amistad volviera a su vida. ¿Sería una antigua amiga del colegio?¿un amor del pasado?.... Empezó a imaginar hojas con letras abigarradas en párrafos dónde una cara sin rostro le explicaba los derroteros por los que la vida le había llevado y el motivo por el cual había decidido volver a contactar con ella. La idea de que alguien no sólo se acordase de ella, sino de que por alguna razón la echase de menos y necesitase volver a comunicarse con ella actuó como prozac natural.
Apresurada abrió el sobre sin fijarse en el remitente. Cuando vio el contenido del sobre enseguida se desvaneció la ilusión: su mano derecha sostenía medio folio con cuatro líneas impresas y una firma al final...Le bastó con leer la primera frase para saber de qué se trataba, el emisor misterioso no era otro que su psiquiatra. Esbozó una media sonrisa, tenía su gracia el giro sorpresa de la historia.
“ Apreciada señorita:
El no haber asistido a las últimas sesiones de su psicoterapia, los jueves a las 18.h, me ha hecho pensar que ha surgido alguna dificultad que yo no conozco. Le agradecería que me lo hiciera saber viniendo a su hora o como crea conveniente para que lo podamos aclarar.
Saludos
Dr. Enrique Salvador ”
Tampoco se decepcionó del todo, al fin y al cabo, se trataba de un reencuentro inesperado, hacía un mes que no le veía. Así que, efectivamente era una carta de alguien que la echaba de menos (bueno, quizás más a su dinero, pero de alguna forma eso implicaba extrañarla a ella también).
“Quizá mañana llegue una carta mejor”.
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