Cristina Ramírez Garrido
Dada la dinámica del curso, en vez de realizar una ampliación de alguno de los bloques tratados este año, me gustaría compartir las reflexiones que me he ido planteando durante su desarrollo. En especial, un aspecto que me ha llamado la atención, y es el papel protagonista que ha tenido el “feminismo” y las “feministas” a la hora de comentar los conceptos que se exponían en las sesiones. A modo de observación, no tanto como crítica, me ha parecido curioso que las propuestas de deconstrucción y reinterpretación/ reapropiación ofrecidas muchas veces fuesen asimiladas en el debate entre todxs como si sólo se tratase de “feminismo” o “teoría queer” (incluso muchas veces entendiendo ambos como confrontados). Me refiero a que de forma recurrente salía a colación la discusión sobre EL FEMINISMO, hecho que no se dio tanto el curso pasado, sólo cuando llegamos a la cuestión de las etiquetas.
De ahí el título de mi texto, porque acabé con la sensación de que la impresión general era la de una dialéctica entre feministas o queers (o feministas queers) contra una especie de sistema etéreo, en términos de implantación de un nuevo discurso con afán corrector, en vez de la capacidad o posibilidad de hackear el sistema binario-heteronormativo, pensar más allá de él.
Todo esto me llevó a conectar con el tema clave del curso, la corporeidad y sexualidad existentes en todo texto. Aunque ahora veo que es una obviedad, han sido las intervenciones de los compañerxs y el contexto de las clases, lo que me ha hecho percatarme de que la recurrencia a la mujer y cierto escepticismo hacia la revisión textual/social/cultural/sexual/corporal derivase del componente feminista. En concreto, que el feminismo(s), a pasar de ser plural, heterogéneo y móvil, no deja de ser una deconstrucción(es) de lenguaje no neutro, con una buscada visibilidad del cuerpo y la sexualidad. Factores que veo en este momento como responsables de la supeditación de las críticas filosóficas, socio-culturas, políticas y económicas propuestas a la mera problemática de la mujer.
La sesión que dedicamos al visionado del film «Not For Sale: Feminism and Art in the USA during the 1970s» (Laura Cottingham,1998) fue para mi reveladora, porque a pesar de que en él se expusiese de forma clara el bullicio ideológico desencadenado desde los movimientos feministas, en los que la llamada al empoderamiento y la visibilidad dejaban en evidencia las fisuras existentes en las estructuras sociales, deviniendo en el seno del debate el cuestionamiento del arte en sí, la maternidad, el género, el post-colonialismo o el modelo consumo entre una larga lista de etcéteras sobre factores que nos atraviesan a todxs de forma transversal, la percepción general pareció ser otra. En definitiva, cómo la critica a las posiciones de desigualdad desde la reivindicación de la mujer, hace relevante una revisión por entero del sistema y no una búsqueda de papel preponderante dentro del mismo. Sin embargo, durante el comentario post visionado, la mayoría de las intervenciones se focalizaban en los derechos de la mujer (el aborto, la legitimidad de ser ama de casa...), todo desde la perspectiva del ella, la revolución se parcelaba en un ellas. Fue entonces cuando caí en la “problemática del discurso sexuado” a la que antes me refería. En que las limitaciones para interpretar el cariz transversal de los discursos surgidos bajo el paraguas del feminismo respondían a su carácter sexuado, el que no se borre el cuerpo del texto si no todo lo contrario, es lo que determina que siempre se lea desde ahí, desde la mujer para la mujer. Punto donde a mi entender se produce una confusión de decodificación. Ya que por ejemplo, «Waiting» de Faith Wilding, sintetiza de forma muy clara y directa no sólo el ciclo vital de determinado tipo de mujer si no el enorme peso “del otro” y la rueda que a él también le encierra.
Esto me llevó a una segunda reflexión, dentro del marco de la agentividad, ¿por qué sigue molestando que se huya del cuerpo neutro institucionalizado como universal?, ¿por qué la revolución social y sexual parece serlo menos (en términos de universalidad) si no se escribe desde ese no-cuerpo “etéreo” e “inclusivo” como lo hace por ejemplo el marxismo? La respuesta es sencilla: porque a no ser que en algún momento de tu vida topes con la literatura comparada, es una reflexión poco accesible si no se te cuestionan las herramientas de análisis/lectura a ese nivel. La deconstrucción del discurso entendido como neutro e inocuo parece ser todavía algo transgresor y nada obvio. Desde esta perspectiva me parece divertida la posibilidad de establecer una lectura de los discursos feministas como si de magrittes se tratasen: «le féminisme(s) n'est pas une révolution universelle». Porque tal y como apuntasteis en el bloque dedicado a los mecanismos de la representación, el pintor francés “va de manera honesta y siempre se recibe desde la incredulidad, que es culpa del receptor”.
A modo de conclusión, me gustaría aclarar que sólo me he aproximado de forma muy superficial a las reflexiones sobre el tipo de feminismo que parecía surgir a debate en el aula, que me ha permitido la aproximación a la materia desde una perspectiva de la literatura comparada. Sin entrar a otra cuestión que considero que hubiese sido pertinente, el asunto de la negociación con la etiqueta “feminista” o si el tipo de cuerpo textual propuesto desde el feminismo (si es que solo hay uno) ya se ha visto superado desde las teorías queer. De todas formas me he querido centrarme en las lecturas del feminismo(s) porque me sigue pareciendo muy curioso el desdén generalizado que a menudo padece, de ahí el motor de toda mi argumentación. Aunque a título personal tal y como entiendo la (de)construción de género, sexualidad e identidad también tengo sentimientos encontrados respecto a la necesidad de la etiqueta, encontrándome más cómoda en las propuestas queer. Pero en cualquier caso, no vivo ambas posiciones como contradictorias, si no como procesos en evolución.
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